El Santo Padre ha vuelto varias veces durante este período para hablar de la esperanza, instándonos a mirar con nuevos ojos nuestra existencia, especialmente ahora que estamos pasando por una dura prueba, y a mirarla a través de los ojos de Jesús, «el autor de la esperanza», para que nos ayude a superar estos días difíciles, con la certeza de que las tinieblas se convertirán en luz.
Muchas veces ha hablado de la esperanza, que la ha definido como “la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte”. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor Resucitado, que viene «con gran poder y gloria». «¡Tú eres nuestra esperanza! Y «No abandonará a todos los que esperan en él».
«Es la más humilde de las tres virtudes teologales, porque permanece oculta», explica el Papa Francisco: «La esperanza es una virtud arriesgada, una virtud, como dice San Pablo, de una ardiente expectativa hacia la revelación del Hijo de Dios. No es una ilusión» (Homilía de Santa Marta, 29 de octubre de 2013). «Es una virtud que nunca decepciona: si esperas, nunca serás decepcionado», es una virtud concreta, «de cada día porque es un encuentro.
San Juan Pablo II nos invita a redescubrir la virtud teologal de la esperanza, que «por una parte, impulsa al cristiano a no perder de vista la meta final que da sentido y valor a toda su existencia y, por otra, le ofrece motivaciones sólidas y profundas para su compromiso cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla conforme al plan de Dios»
Benedicto XVI dedica toda una encíclica, Spe Salvi, a la esperanza. Lo describe como una virtud performativa, capaz de «producir hechos y cambiar la vida». Señala un testigo de esperanza: Santa Josefina Bakhita, una mujer que conoció la esclavitud, la violencia, la pobreza, la humillación. Una mujer que, en el encuentro con Jesús, vio el renacimiento de la esperanza que luego transmitió a los demás como una realidad viva
«La esperanza, afirma el Papa Francisco, hace que uno entre en la oscuridad de un futuro incierto para caminar en la luz. La virtud de la esperanza es hermosa; nos da tanta fuerza para caminar en la vida», el derecho a la esperanza». Es una esperanza nueva y viva, que viene de Dios» y «pone en nuestros corazones la certeza de que Dios sabe convertir todo en bien, porque incluso de la tumba saca la vida (Sábado Santo, 11 de abril de 2020).