Debemos estar atentos a las voces que seguimos. Es el consejo del Papa Francisco, explicando que está la voz de Dios, que propone y nunca nos obliga, pero también está la voz tentadora que induce al mal, que causa ímpetu primero y que deja amargura después.
El Buen Pastor llama a las ovejas por su nombre, el Señor nos llama por nuestro nombre, nos llama porque nos ama… Nos dice el Sucesor de Pedro, refiriéndose en el Evangelio según San Juan, las claves para saber diferenciar estas dos voces que “hablan idiomas diferentes” y “tienen formas opuestas de tocar a nuestros corazones”.
¿Cómo podemos reconocer la voz del buen Pastor de aquella del ladrón? Es la pregunta en la que el Papa Francisco, discierne entre estas dos voces: “La voz de Dios jamás nos obliga, Dios se propone, no se impone. En cambio, la voz maligna seduce, agrede, obliga, suscita ilusiones deslumbrantes, emociones alentadoras, pero pasajeras.
“La voz del enemigo desvía del presente, dice el Papa Francisco, de hecho, “hace aflorar la amargura, los recuerdos de los males sufridos, de los que nos hicieron mal”. En cambio, la voz de Dios “habla al presente”: “Ahora puedes hacer el bien, ahora puedes ejercer la creatividad del amor, ahora puedes renunciar a los arrepentimientos y remordimientos que tienen prisionero tu corazón”.
El Santo Padre, señala que mientras que la voz de Dios, “nos invita a ir más allá de nuestro yo para encontrar el verdadero bien, la paz”. Y aquí el Papa hace hincapié en una cosa que es clave para identificar la voz del maligno: “el mal no dona jamás paz, causa ímpetu primero y deja amargura después”.
Al concluir el Papa Francisco pide que siempre la gracia de reconocer y seguir la voz del buen Pastor; “el enemigo siempre preferirá la oscuridad, la falsedad y las habladurías, pero el Señor ama la verdad y la transparencia sincera”, mientras que el bien nos invitará a abrirnos, a ser transparentes y confiados en Dios y en los demás.